Ostricultura en Senegal: mujeres que transforman el manglar en una oportunidad de futuro

En el Delta del Salum, en la costa de Senegal, miles de familias dependen del mar para sobrevivir. Entre ellas, las mujeres juegan un papel central: son las principales recolectoras de ostras, una actividad tradicional que se practica desde hace miles de años. Sin embargo, esa tarea se realiza en condiciones precarias, con ingresos bajos y sin garantías sociales. Hoy, un modelo innovador de ostricultura ofrece una alternativa sostenible que combina inclusión social, conservación ambiental y viabilidad económica.

Un ecosistema único en riesgo

El Delta del Salum es un espacio protegido por la UNESCO gracias a sus manglares y estuarios. Estos bosques costeros no solo son el hogar de innumerables especies, sino que también protegen la costa frente a la erosión. Durante generaciones, las comunidades locales han recogido moluscos, especialmente ostras, cortándolas de las raíces de los manglares. Este método, aunque tradicional, provoca daños en el ecosistema y deja a las ostricultoras expuestas a la estacionalidad y a la inestabilidad de los ingresos.

Se estima que entre el 80% y el 90% de quienes recolectan y comercializan ostras en la zona son mujeres, con ingresos mensuales que oscilan entre 30 y 70 euros. Una cantidad insuficiente para mantener a familias numerosas que dependen de ellas.

Del manglar al cultivo suspendido

El proyecto plantea un cambio radical: pasar de la extracción en el manglar al cultivo suspendido de ostras en estructuras flotantes. Se trabajan dos especies: la Magallana gigas, de rápido crecimiento y alto valor en el mercado internacional, y la Crassostrea tulipa, la especie nativa, cuya carne seca es muy apreciada en los mercados locales.

Este sistema permite una producción controlada, evita la sobreexplotación del manglar y garantiza un producto de calidad. Además, genera empleos directos estables y dignos: el modelo piloto diseñado en la zona contempla la creación de 26 puestos de trabajo, ocupados en su mayoría por mujeres.

Un modelo social y económico

El proyecto se ha desarrollado con la metodología Social Enterprise Model Canvas, que no solo mide la rentabilidad económica, sino también el impacto social. La inversión inicial estimada ronda los 572.000 euros, destinados a instalaciones de cultivo, un criadero de semillas, plantas de depuración y procesado.

El modelo se sostiene en la diversificación comercial: por un lado, ostras vivas destinadas a hoteles, restaurantes y exportación; por otro, carne seca para los mercados locales. El estudio demuestra que depender solo de la carne seca no sería viable, pero la combinación de ambos productos asegura la sostenibilidad económica. Los beneficios no se destinan únicamente a cubrir costes: una parte se reinvierte en salarios, formación continua y fondos solidarios para replicar el modelo en otras comunidades.

Impacto en la vida de las mujeres

Más allá de los números, el cambio está en la vida de las mujeres. Con empleos estables, formación en técnicas de cultivo y acceso a la seguridad social, su rol dentro de la comunidad se fortalece. También mejora la nutrición de las familias, gracias al acceso garantizado a una fuente de proteína de calidad. Y, al reducir la presión sobre los manglares, el proyecto protege un ecosistema clave para el futuro de la región.

Una experiencia replicable

La ostricultura social en Senegal demuestra que el desarrollo económico puede ir de la mano de la inclusión y la sostenibilidad. El modelo, al ser replicable, abre la puerta a que otras comunidades costeras africanas encuentren en el mar no solo un sustento, sino una oportunidad real de progreso.